“¿En qué difiere una creación humana de la Creación Divina? Cuando el hombre crea, lo hace siguiendo un molde; todas las piezas salen exactamente iguales entre sí. Cuando Dios crea – aún utilizando un mismo molde – cada pieza es diferente de las demás. Paradigma de ello es la Creación del hombre… de los hombres”.
Midrash“Cierto día, Moshé Rabenu quiso constatar qué habían hecho los hijos de Israel con la Torá que Dios les había entregado por su intermedio. Bajó del cielo y fue de incógnito a la Yeshivá de Rabí Akiva. Cuando Rabi Akiva comenzó con su enseñanza del día, Moshé Rabenu se percató de que no entendía ni una palabra de lo que estaba en juego en ella” Talmud de Babilonia,
El Judaísmo jamás ha sido monolítico ni dogmático. Cada quien fue, es y será creado según un mismo molde humano; pero cada uno es diferente a los demás, y ve las cosas de manera diferente. Por otra parte, el Judaísmo ha ido evolucionando a través de la Historia y de la Geografía, y precisamente esa evolución incesante – esa plasticidad, esa elasticidad – es lo que le ha permitido subsistir, adaptándose creativa y activamente a cada momento histórico y a cada rincón geográfico.
“Shivim panim laTorá” (“Setenta rostros tiene la Torá”), enseña el Talmud. Hay, en efecto, incontables formas distintas – “Setenta” es la expresión habitual de nuestros Sabios para designar lo incontable – de considerar la Torá.
No sólo hay distintas corrientes en el Judaísmo de hoy. En su época descollaron las escuelas de Hillel y Shamai, por ejemplo, que divergían entre sí acerca de numerosos tópicos mayores. Ambas confrontábanse en el estudio y en las conclusiones subsecuentes, pero siempre dentro de un marco de hondo y genuino respeto – y hasta de admiración de la una por la otra. Ambas eran conscientes de sus diferencias; pero enriquecían su saber en la confrontación de sus ideas; no lo empobrecían mediante la descalificación recíproca y vana.
Sin considerar por el momento al sector profano, secular o laico – ampliamente mayoritario en la Judeidad contemporánea -, ni al sector jasídico, podemos distinguir cuatro corrientes principales en el océano del Judaísmo que denominamos rabínico y religioso:
1) Ortodoxia;
2) Reformismo (Judaísmo Liberal; Judaísmo Profético);
3) Conservadorismo (Judaísmo Masortí; Judaísmo Histórico), y
4) Reconstruccionismo.
El orden de este listado responde a su aparición cronológica; de ninguna manera a su importancia o al número de sus adeptos. Dentro de cada una de estas corrientes existe a su vez una gama de subcorrientes, desde las más liberales hasta las más radicales – o, para utilizar un lenguaje más habitual, desde la izquierda hasta la derecha.
La Ortodoxia
La Ortodoxia es terminante: el Judaísmo se basa en la Torá (oral y escrita), Palabra Divina e inmutable, entregada por Dios en el Monte Sinaí a los Hijos de Israel. El cumplimiento de las mitzvot (los preceptos) es exhaustivo y obligatorio. No hay lugar para modificaciones; sí para interpretaciones de ciertas autoridades rabínicas aceptadas por el pueblo. La Halajá es el camino, el eje excluyente de la vida judía. Todo judío está obligado a observar todas las mitzvot, y no está en condiciones de decidir o elegir cuál mitzvá ha de observar y cuál no.
La Tefilá (conjunto de plegarias y oraciones) ha de expresarse en hebreo, Lashón haKodesh (Lengua Sagrada). La pronunciación es de la mayor importancia.
En la sinagoga, varones y mujeres están totalmente separados, en ámbitos diferentes —divididos por cortinas, verjas, paredes o niveles.
En los servicios no se utilizan instrumentos (o grabaciones) musicales ni micrófonos (aun cuando éstos estén encendidos desde antes de comenzar el Shabat o la Festividad, por ejemplo), aunque sí puede recurrirse a un jazán (cantor litúrgico, varón) y a conjuntos corales (formados sólo por varones). Las mujeres no participan en la liturgia sinagogal; no cuentan para formar un minián, ni para dirigir un servicio, ni como testigos.
Algunos miembros de ciertos movimientos ortodoxos mantienen la indumentaria tradicional (a veces medieval) de sus antecesores.
La Ortodoxia (aún a pesar de su evidente y vital heterogeneidad intrínseca) sostiene que su forma de considerar y vivir el Judaísmo es la única verdadera. No reconoce, pues, bodas ni conversiones practicadas por los otras corrientes o movimientos no-ortodoxos. Sus cultores suponen que, si algo cambia, todo habrá de sufrir cambios desnaturalizantes luego. Y que, si se empieza por abandonar la observancia de alguna mitzvá, se terminará por descuidar todas las mitzvot.
El Movimiento Reformista
Comenzó a gestarse en la Alemania del siglo XIX, como reacción a lo que sus impulsores consideraban el implacable radicalismo ortodoxo.
Las ideas de la Reforma judaica surgen en la llamada Primavera de las Naciones, durante la Emancipación europea. Las murallas de los ghettos se derrumbaron, y los judíos se vieron aceptados en la sociedad global, de la que asimilaron sus costumbres. Comenzaron los planteos: ¿cómo asistir a una reunión y ofender al anfitrión negándose a tomar comida no necesariamente kasher? Así, de la mano de Moisés Mendelsohn, se llegó a adoptar la norma de guardar las normas judaicas en la casa, y seguir las de la sociedad general fuera de ella; “ser judío en el hogar y gentil en la calle”.
Los cambios promovidos por la Reforma Judía obedecieron, pues, a la necesidad percibida de adecuarse a la sociedad general. Así fueron siendo abandonadas las leyes de la Kashrut, el Brit Milá, el uso de la kipá y del talit en la sinagoga y otras, aunque muchas de ellas, en mayor o menor grado, fueron luego retomadas.
En los servicios litúrgicos reformistas, mujeres y varones comparten un espacio común, no dividido; utilizan para las oraciones el idioma del país junto al hebreo. Las mujeres tienen los mismos derechos y obligaciones rituales que los varones, de manera que existen rabaniot (rabinas) y jazaniot (cantoras litúrgicas).
El Movimiento Reformista introdujo el sermón semanal y el uso de la toga para rabinos/as y jazanim/iot. También hizo del estudio un derecho y una obligación tanto para la mujer como para el varón. Las ceremonias de Bar – y Bat Mitzvá son exactamente iguales; tanto el varón como la mujer pueden dirigir indistintamente el servicio religioso y ser llamados a la lectura de la Torá, marcando con ello su iniciación en las obligaciones rituales. Para promover el estudio de los jóvenes instituye la ceremonia de la Confirmación un par de años después de haber celebrado el Bar o Bat Mitzvá.
El principio filosófico-teológico de la Reforma judaica es que la Torá no reviste carácter divino; la Ley fue desarrollada por el hombre, primeramente a través de los usos y costumbres, y luego sobrevino su establecimiento por escrito; es a posteriori que la Torá se torna sagrada. Este concepto otorga la libertad de introducir cambios en la Halajá y en la práctica. Acéptase una total autonomia individual; de hecho cada quien decide qué clase de Judaísmo ha de seguir, cuáles mitzvot observará y cuáles no. Los cambios en la Halajá y en la práctica responden a la necesidad de actualizar la religión y adecuarla al mundo moderno, sin ninguna otra razón o particularidad. Distínguese entre mitzvot rituales y éticas, y se priorizan netamente estas últimas.
El Movimiento Reformista pone el acento en el comportamiento ético de las personas, por sobre leyes y rituales, y por ello adopta también el nombre de Judaísmo Profético.
El Movimiento Conservador
Nació en los Estados Unidos de Norteamérica como reacción a lo que se consideraron concesiones excesivas del Movimiento Reformista a los requerimientos de la Modernidad.
Su filosofía se basa en lo que se denomina Judaísmo Histórico Positivo. Considéranse positivos la evolución y los eventuales cambios que acarrea, a fin de adecuar el Judaísmo al mundo actual, respondiendo así a las necesidades espirituales, emocionales e intelectuales de la Judeidad contemporánea.
Desde su perspectiva teológica, considera que la Torá fue escrita por hombres bajo inspiración divina, y que constituye la base fundamental del Judaísmo; puede considerar modificaciones, especialmente en lo que a ritual se refiere, pero las mitzvot éticas, en general, se mantienen inalterables y con plena vigencia en todos los tiempos.
El Movimiento Conservador responde a la Halajá, pero ésta debe ser refrendada por los rabinos y las congregaciones que lo integran. Ante una eventual modificación se somete el tema a una comisión del Comité de Halajá, que lo estudia y se remonta a los orígenes y a la evolución de la norma involucrada; luego la comisión eleva un informe y recomendaciones al Comité de Halajá; el cual, a su vez, somete el tema a la consideración de todos los rabinos del Movimiento en su Asamblea Anual; éstos se pronuncian al respecto, y el pronunciamiento debe, a su vez ser aceptado y refrendado por cada congregación para ser finalmente aceptado como Halajá.
El cumplimiento de las mitzvot es nuclear, especialmente Kashrut, Tefilá, Shabat y Festividades. Las mitzvot éticas o de comportamiento, empero, prevalecen por sobre sobre las rituales, y son consideradas como el fundamento del Judaísmo, mientras que las mitzvot rituales harían a la estética del mismo, otorgando el sentimiento de belleza y de apego a la vida y al culto judaicos.
Mujeres y varones comparten un ámbito sinagogal común; en muchas congregaciones se ha impuesto el concepto de Sinagoga o Congregación Igualitaria, en las que varones y mujeres comparten por igual derechos y obligaciones rituales. Hay rabaniot y jazaniot, aunque cada congregación se guarda el derecho de aceptar la igualdad o mantenerse en la diferenciación tradicional.
Los servicios integran, en ciertas congregaciones (no en otras), música instrumental y coros mixtos; la Tefilá se expresa tanto en hebreo como en el idioma habitual de la congregación.
El Movimiento Conservador entiende al Judaísmo como una forma de vida, una cultura con todas las características propias de la misma, y también también como una civilización evolutiva, según el concepto expresado por Rav Mordejai Kaplan para el Reconstruccionismo (ver luego). Búscase armonizar el Judaísmo Tradicional y la Cultura Judía con las demandas de los saberes y conocimientos contemporáneos. Se entiende que religión, ciencia, judaísmo y modernidad deben marchar de la mano, para responder a las necesidades y exigencias espirituales, emotivas e intelectuales del judío de hoy.
El Movimiento Reconstruccionista
Es el más reciente; tuvo su origen y desarrollo en los Estados Unidos, y su padre indiscutido fue el Rabino Mordejai Kaplan (1881-1983).
El Judaísmo sería una «civilización religiosa evolutiva o progresiva de la Judeidad —arte, historia, cultura, literatura, música, idiomas, costumbres, leyes, comunidad, etc.—, dotada de todos los elementos que conforman una civilización. Enfatízase muy especialmente el valor de lo comunitario, siendo cada comunidad la que decide, a través de sus miembros, acerca de su judaicidad.
El Reconstruccionismo rechaza tajantemente el concepto de Pueblo Elegido, tildándolo de arrogancia inaceptable, fomento irracional e ilógico del antijudaísmo. En el Sidur Reconstruccionista se omite toda referencia al “Pueblo Elegido”.
Considera a Dios como el «término que usamos para referirnos a los altos ideales y valores a los que dedicamos nuestras vidas». Dios no es un ente externo que actúa por encima del sujeto humano, sino más bien una fuerza que lo atraviesa.
Rav Kaplan introdujo en el ritual la ceremonia de Bat Mitzvá, que después adoptaron reformistas y conservadores. La Tefilá se expresa tanto en el idioma habitual de la congregación como en hebreo. La igualdad ritual entre hombres y mujeres es total y definitoria. El Reconstruccionismo considera que la Tefilá es para unir a los judíos en un sólido sentimiento comunitario. Con respecto al Estado de Israel, sostiene que es la patria espiritual e histórica de la judeidad como civilización. Considera que el Judaísmo debe evolucionar para responder a las necesidades y requerimientos de hoy, y que es responsabilidad de cada judío participar plenamente en este proceso.
Entre las instituciones relevantes del Reconstruccionismo (luego adoptadas por las otras tres corrientes) se cuentan las javurot, grupos primarios de base, inicialmente formados para colmar alguna expectativa o necesidad percibida en la vida judía por sus propios integrantes —estudio, plegaria, celebración, comunidad o acción social judía. Su forma singular, la javurá, correspondería al inglés membership.
El ideal del Movimiento Reconstruccionista es un modelo de democracia pluralista, donde cada judío y cada Comunidad provean a sus necesidades espirituales, emocionales, físicas y educativas.
Síntesis
Los judíos creyentes y a la vez esclarecidos han ido adoptando en sus vidas elementos de cada uno de los movimientos citados. Como seres inteligentes y pensantes buscan lo mejor para sí; y en esa búsqueda sintetizan diversos aspectos de cada una de esas corrientes del pensamiento judío religioso. A pesar de las diferencias, sienten que forman parte de un todo (que también incluye a los movimientos jasídicos y a los no-creyentes) que se denomina AM ISRAEL.
Como partes de ese todo, y aunque partiendo de diferentes perspectivas, adoptan como consigna el convencer en lugar de imponer, y como principio el respeto por los demás, sus ideas y su forma peculiar y distintiva de ver las cosas. Sólo así es posible aprender de las diferencias y enriquecer la vida espiritual, afectiva e intelectual.
Fuente; «Contacto 42» – B’nei Brith de Costa Rica
Comentarios
Publicar un comentario